Al crear al ser humano varón y mujer, Dios confiere a ambos igual dignidad. A cada uno le
corresponde reconocer, aceptar y crecer en su propia identidad sexual. La sexualidad es
un regalo que Dios nos hace para que nos comuniquemos y enriquezcamos con lo propio
de cada uno, para que el hombre y la mujer puedan unirse en matrimonio y colaborar así
con Dios Padre creador en la transmisión de la vida.
Pecan contra estos mandamientos las ofensas contra la dignidad del matrimonio: el
adulterio y la poligamia, la unión libre, y todo acto que lesione la fecundidad del mismo. |