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¿Qué elementos tienen en común las tres?

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El judaísmo, el cristianismo y el islamismo tiene a Abraham como primer modelo de
creyente en Dios.

Las tres religiones creen en un solo Dios, al que llaman Yahavé, Dios  o Alá.
Enseñan muchas verdades de fe comunes sobre la creación, los profetas y la vida eterna.
Profesan una gran veneración por la ciudad de Jerusalén, en donde coexisten unos junto a
otros.

En la actualidad, los creyentes de estas tres religiones, luchan entre sí en muchos lugares
del mundo, movidos por antiguas enemistades, odios, envidias y miedos. Pero ¿por qué
tanta división y guerra, si Dios es el Padre de todos, si todos somos descendientes de la
fe de Abraham?

La religión no debería ser nunca causa de división para los hombres, sino que por el
contrario, debería unirlos en el amor a Dios, manifestado en el mutuo amor entre los
hombres. Los cristianos esperamos que se dejen atrás las viejas rivalidades, y resurja la
hermandad entre estas tres grandes religiones, dando al mundo un testimonio de paz,
tolerancia, solidaridad y  colaboración mutua.

El Concilio Vaticano II tiene una declaración especial que habla sobre la Iglesia  y las
relaciones con las religiones no cristianas: Nostra Aetate.  En ella se afirma:

BARRITA

Todos los pueblos del mundo forman una misma comunidad, tienen un mismo origen, pues Dios es
el creador de todos los hombres, y  tienen también en Dios un mismo fin, ya que Él extiende sus
designios de salvación a toda la humanidad.

La Iglesia mira con aprecio a los musulmanes que adoran al único Dios, destacando todos los
puntos comunes de nuestra fe, y exhortando a que todos olvidemos el pasado de guerras y
divisiones, y procuremos sinceramente una mutua comprensión, defendiendo juntos la justicia
social, los bienes morales, la paz y la libertad para todos los hombres.

La Iglesia reconoce que los comienzos de su fe se encuentran en los patriarcas del Antiguo
Testamento y el pueblo de Israel, con quien Dios quiso establecer la primera Alianza. Resalta  el
gran  patrimonio espiritual común que compartimos con  los judíos y nos exhorta al diálogo
fraterno  (cf.  NA 1, 3 y 4 ).
 
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