Esta es una mujer niña de doce años que empezaba a crecer. Y estaba
agonizando. Era la hija de Jairo, uno de los personajes más
importantes de la sinagoga de Cafarnaún. Cuando se enteró de que
Jesús estaba en la ciudad, fue corriendo a su encuentro y, tirándose
a sus pies, le pidió: Mi hija está agonizando; ven y pon las manos
sobre ella para que se salve, y vivirá. Mientras él aún hablaba,
vinieron de su casa y le dijeron que su hija ya había muerto… ¡Qué
tristeza, pobre Jairo! Pero Jesús, conmovido por su dolor le dijo:
“No temas, basta con que creas’.
Y fue con Pedro, Santiago y Juan a la casa. Allí encontró un gran
alboroto. Todos lloraban y gritaban de pena. Entonces, Jesús les dijo
a todos: “La niña no está muerta, sino duerme”. Por supuesto, nadie
le creyó. Pero Jesús, entró donde estaba la niña llevando al padre y a
la madre y tomando la mano de la niña, le dijo: Talita cum; que
quiere decir: ‘Niña, a ti te digo, levántate’.
En seguida la niña se levantó y siguió viviendo.
Texto bíblico: Lc 8, 40-56 |