Otra mujer enferma. ¡Y muy enferma!
Tan enferma que pensaban que estaba
poseída por un demonio. Hacía
dieciocho años que estaba así, y la
enfermedad la había hecho encorvar
de tal manera que nadie podía
enderezarla. Era una mujer que
no podía mirar sino al suelo, no podía
erguirse, no podía mirar de frente.
Jesús la vio en la sinagoga, y no bien
la vio, tuvo compasión de ella. Puso
las manos sobre ella y la curó.
Al instante la mujer se enderezó y
empezó a cantar y bailar alabando a
Dios.
Texto bíblico: Lc 13, 10-17 |