¡Otra viuda! Se ve que Jesús tenía una
predilección especial por aquellas personas que
eran dejadas a un lado y a quienes nadie
defendía. Un día, Jesús entraba en la ciudad de
Naím. Lo seguían sus discípulos y una gran
multitud. Al llegar a la puerta de la ciudad, se
encontró con un cortejo fúnebre, que salía de
la ciudad para enterrar a un muerto. Una madre
viuda lloraba por la muerte de su hijo único.
¡Qué desolador! ¡Qué dolor tan grande! Cuando
el Señor la vio, se compadeció de ella, y le
dijo: “No llores”. Y acercándose, tocó el
féretro; y los que lo llevaban se detuvieron. Y
dijo: “Joven, a ti te digo, levántate”.
Entonces, el que estaba muerto se incorporó y
comenzó a hablar. Jesús, con mucho amor, se
lo entregó a su madre.
Texto bíblico: Lc 7, 11-17 |