Era viuda, era pobre, no tenía nada que hacer
con su vida y no poseía ningún bien. Se ve
que pasaba las tardes sentada en el patio del
Templo esperando que alguien le diera una
moneda con la que poder comer ese día.
Jesús se sentó frente a la sala del tesoro del
Templo y miraba cómo la gente rica
depositaba su limosna. De pronto vio cómo la
viuda se paraba y depositaba en la alcancía
dos pequeñas monedas de cobre. ¡Casi nada!
Jesús quedó conmovido con este gesto y
llamó a sus discípulos y les dijo: “Les aseguro
que esta pobre viuda ha puesto más que
cualquiera de los otros, porque todos han
dado de lo que les sobraba, pero ella, de su
indigencia, dio todo lo que poseía, todo lo
que tenía para vivir”.
Texto bíblico: Mc 12,41-44 |