El bautismo es el sacramento que nos hace hijos de Dios y hermanos entre nosotros.
Por el bautismo, entramos a formar parte de la familia de Dios, que es la Iglesia.
Este sacramento se recibe una sola vez en la vida porque deja en el corazón de cada bautizado un signo indeleble, imborrable, que nos consagra a Dios para siempre y nos hace templos de la Santísima Trinidad.
El bautismo es el sacramento que da unidad a todos los cristianos, de todas las distintas iglesias y comunidades. En nuestra época y en nuestra cultura, el bautismo en general se recibe de pequeño, aunque también puede bautizarse un niño ya grande o una persona adulta.
Generalmente recibimos el bautismo de las manos de un sacerdote o de un diácono, pero cualquier bautizado puede bautizar a otro en caso de necesidad.
En el bautismo, recibimos la gracia santificante, que es el don de Dios que nos ayuda a ser santos por medio de las virtudes teologales: fe, esperanza y caridad. Se llaman así porque nos orientan a Dios y hacen nacer en nuestro corazón todas las demás virtudes.
En el bautismo, el sacerdote derrama agua sobre la cabeza del bautizado diciendo: «Yo te bautizo en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo». |