SAN ALBERTO HURTADO
¡Contento, Señor, contento!
Alberto Hurtado nació en una familia de Viña del Mar, en Chile. Tras la muerte de su padre a manos de salteadores, se trasladó junto a su familia a Santiago cuando tenía 4 años. Desde muy temprana edad, inició su trabajo con los más pobres de la ciudad.
Estudió Derecho y se recibió de abogado. También se alistó en el Ejército. Sin embargo, su vocación religiosa lo llevó a ingresar, el 14 de agosto de 1923, a la Compañía de Jesús para ser sacerdote.
Su trabajo de sacerdote se concentró en acercar la Iglesia a la juventud y a los más pobres. Trabajó como profesor en colegios y universidades, pero su corazón estaba siempre en la defensa de los más desprotegidos y postergados de la sociedad. En 1944 fundó su gran obra: El Hogar de Cristo, para dar asilo, educación y dignidad a todos los desposeídos, a aquellas personas que carecían de lo más necesario para vivir.
Las cosas no fueron fáciles para el padre Hurtado. Tuvo que sortear muchas dificultades, censuras, incomprensiones y penurias económicas para sostener su obra. Pero todas las noches, después de sus fatigados días, se arrodillaba para la oración, y repetía frente a Jesús: «¡Contento, Señor, contento!». Vivió a fondo el espíritu de las bienaventuranzas, y fue feliz defendiendo a los pobres, a los que lloran, a los que trabajan y luchan por la justicia.
El 18 de agosto de 1952, falleció a los 51 años a causa de un cáncer de páncreas que había desarrollado durante los últimos años. Sin embargo, su muerte no implicó el fin de sus enseñanzas y mensajes. El Hogar de Cristo se volvió la institución de beneficencia más grande del país y se volvió un ícono para los jóvenes, pobres, ancianos y obreros. El Gobierno de Chile declaró el día de su muerte como el «Día de la Solidaridad».
En 2005, fue declarado santo por el papa Benedicto XVI, y su fiesta se celebra el 18 de agosto. |