SAN MARTÍN DE PORRES
La bondad y la paciencia

Martín de Porres nació en Lima, la capital de Perú, en 1579. Él vivía solo con su mamá, que se llamaba Ana y era una mujer panameña de raza negra, en una casa muy pobre. Su papá era un caballero español.
Era un niño encantador y alegre, y creció ayudando a su mamá en las tareas de la casa y luego trabajando para ganar el pan. Le gustaba ayudar a los que eran más pobres que él o a los que estaban enfermos. Un día en que salió para hacer las compras, volvió con la cesta vacía, ya que todo lo había repartido entre los numerosos pobres que encontró en su camino.
Cuando tenía 20 años, quiso entrar al convento de los monjes de Santo Domingo. Al principio fue rechazado por ser mulato (en esa época, en las ciudades del Virreinato, solo se admitía a la vida religiosa a los blancos). Pero fueron tantas las veces que Marín golpeó a las puertas del convento que finalmente fue admitido como religioso.
En el convento, desempeñó las tareas que nadie quería hacer: barrer las escaleras y las habitaciones de los demás monjes, pelar las papas en la cocina, limpiar la iglesia. Era el servidor de los demás frailes, quienes lo despreciaban por ser mulato, y siempre lo apartaban de las tareas comunes y lo mandaban a barrer. Martín se llamaba a sí mismo con alegría «fray Escoba».
Pero fuera del convento, en la ciudad de Lima, todos comenzaban a hablar de Él. Fray Martín era conocido por su amor a los pobres y por sus artes para curar a los enfermos. Desde la entrada del convento, recibía a los pobres con algo para comer y a los enfermos, a quienes curaba. Muchas personas de la ciudad también se acercaban para hablar con él y para escuchar sus sabios consejos. En 1639 Martín murió en el convento. Es venerado por toda la Iglesia como «el santo de la escoba» y es el patrono de los enfermeros.
Su fiesta se celebra el 3 de noviembre.