SANTA INÉS
Enamorada de Jesús
Inés fue una santa que murió mártir en los primeros siglos de la Iglesia, cuando los romanos perseguían y mataban a los cristianos.
Nació en Roma, alrededor del año 290. Diocleciano era el emperador y había ordenado las persecuciones contra todos los cristianos. Estos se reunían en las catacumbas para celebrar su fe ocultos de los romanos. Cuando eran descubiertos, se los obligaba a rendir culto al emperador y a los dioses. Algunos, por miedo o por cobardía, renegaban de su fe y decían que no eran cristianos. Muchos confesaban a Cristo a pesar de las torturas y los tormentos, o a pesar de ser echados a los leones en el coliseo como un espectáculo. Era un clima de mucho miedo donde, a pesar de todo, la fe crecía y se extendía.
Los padres de Inés eran ricos y nobles. Eran cristianos y le habían transmitido su amor por Jesús. Inés fue creciendo y cada vez lo amaba más. Le impresionaba el amor y el ardor de tantos mártires que morían confesando a Cristo. Ella también haría lo mismo. Había decidido no casarse y mantenerse virgen y pura para su buen Jesús. Quería ser su esposa. Solamente de Jesús y para siempre. Le encantaba escuchar las palabras del Evangelio, ¡admiraba tanto a Jesús! Y así fue creciendo y cada día se ponía más y más linda. La belleza y la pureza de su corazón se irradiaba en su mirada, en su forma de vestirse, de hablar, de caminar... Cuando la conoció Procopio, el hijo del gobernador de Roma, se enamoró perdidamente de Inés. Para Procopio no había en el mundo nadie tan bella y tan buena como Inés. Y le propuso casarse con él. Tendrían todo: poder, lujo, dinero… Ante la insistencia del joven, Inés le dijo con mucha dulzura, pero con firmeza, que ella no podía casarse con él porque se había prometido en matrimonio con otro esposo. Procopio no entendió mucho y le pidió a su padre que intercediera ante Inés. Cuando el gobernador la llamó y supo que era cristiana, la amenazó: o se casaba con su hijo o iba a morir con los más terribles tormentos. Inés no dudó en sufrir los tormentos. Nada ni nadie la separaría de su amado Jesús. Y soportó todos los sufrimientos de sus verdugos con verdadera fortaleza, sonriendo y tendiendo sus manos hacia Cristo, que la animaba y la esperaba en el cielo.
Murió con una sonrisa en sus labios diciendo: «Muero por Jesús». Por amor a Jesús, entregó su vida.
Se calcula que tendría alrededor de 12 años cuando murió. Ella nos ayuda e intercede por nosotros cuando queremos ser puros de corazón y fuertes cuando nos persiguen, nos atacan o nos obligan a hacer algo en contra de nuestra voluntad. Santa Inés nos enseña con su vida a mantenernos fieles a Dios pase lo que pase.
Su fiesta se celebra el 21 de enero. |