La religión constituía el centro de la vida de los judíos y lo que les daba identidad como pueblo. Sin embargo, existían
entre ellos distintas maneras de interpretar y vivir la fe. Estas diferencias daban origen a los distintos grupos religiosos:
Los saduceos: Eran la aristocracia sacerdotal que conformaba un grupo político y religioso muy
conservador. Su tarea se centraba en el Templo, y para cuidarlo, mantenían buenas relaciones con
los romanos y reducían al mínimo las exigencias de fe y costumbres. Se atenían solo al Pentateuco
(cinco primeros libros de las escrituras) y dejaban a un lado los demás libros y las tradiciones.
Los fariseos: Eran los laicos piadosos en tiempos de la dominación griega primero y de los romanos
después. Se oponían a la dominación romana. Estaban orgullosos de ser distintos (fariseo significa
‘separado’). Ellos esperaban la llegada de un Mesías liberador. Se dedicaban al comercio o a las
artesanías; algunos eran escribas (copiaban los escritos de la Ley). Los fariseos se aferraban al
cumplimiento riguroso de la Ley y al mantenimiento de las tradiciones. Mantuvieron buenas
relaciones con Jesús, quien criticaba con dureza a los “fariseos hipócritas”.
Los zelotes: Eran miembros de clase media y baja, partidarios de la revolución armada para defender
al pueblo judío de la dominación romana. Creían que el Mesías sería un gran jefe militar, que
destruiría con violencia a los opresores.
El pueblo de la tierra o del país: Eran las personas que no se habían instruido en la Ley.
No pertenecían a grupos religiosos ni estaban en condiciones de leer las escrituras. Era la población
pobre y también los agricultores, los ignorantes, las mujeres y también los niños.
Eran despreciados (Jn 7, 49).