NUESTRA SEÑORA DEL VALLE
Patrona de Catamarca
Hacia fines del siglo XVI, en un pequeño lugar llamado Valle Viejo, en la actual provincia de Catamarca, se veneraba a una imagen de la Inmaculada Concepción. Una vez, en un salvaje ataque de los indios, desapareció y nadie más volvió a saber de ella.
En el año 1620 un indio llevaba su rebaño a pastar, cuando vio por un sendero de la montaña a un grupo de mujeres que sigilosamente caminaban llevando flores en las manos. Al día siguiente, decidió rastrear sus huellas, y llegó hasta una gruta en donde descubrió una imagen de María. Sorprendido fue de prisa a contarle de su hallazgo a su amo. Ese mismo día, Manuel de Salazar se dirigió guiado por el indio a la gruta para rescatar aquella imagen. Cuando descendía por el cerro le salieron al encuentro un grupo de indios de Choya, quienes le pidieron con insistencia que no les quitara su virgencita, que ellos la veneraban con amor, y que ella les concedía del cielo cuantos favores le pedían. Don Manuel de Salazar preguntó a los indios de dónde habían sacado esa imagen, pero ellos no sabían cómo había aparecido allí. Simplemente estaba en la gruta desde hacía mucho tiempo, y ellos, día a día venían a saludarla. Salazar, se alegró de encontrar corazones tan piadosos, y aseguró a los indios que podrían visitar a «su virgencita» cuantas veces desearan en su casa. Llevó la imagen a su casa, y armó para ella un pequeño oratorio, con el deseo de construirle con el tiempo una capilla para que todos los habitantes del Valle pudieran venerarla y honrarla.
A los pocos días, la imagen de la Virgen desapareció misteriosamente de la casa. Salazar fue a increpar a su criado el indio, pero este le aseguró que no la había sacado de su lugar. Muy enojado, Salazar atribuyó este hurto a los indios choyas, y decidió volver a la gruta, en donde la encontró resplandeciente. El indio que lo acompañaba le hizo notar que las últimas huellas que entraban y salían de la gruta eran las de ellos dos, y que después de ellos nadie más había entrado allí. Salazar sorprendido, volvió a llevarla a su casa, ya que mucho deseaba que permaneciera con él: «¿Por qué no quieres estar en mi casa, Madrecita? ¿No sientes cuánto te quiere este viejo cristiano? ¿No entiendes que te haré una capilla para ti?». Manuel de Salazar prometió a la Virgen que todos podrían visitarla allí, y los indios de Choya serían siempre bienvenidos en su casa. Pero todas las noches la imagen desaparecía y volvía a aparecer en la gruta. La noticia de la Virgen milagrosa que aparecía y desaparecía para visitar a sus indios se extendió rápidamente por la región. Todos los habitantes del Valle decidieron que la gruta era el lugar en el que María quería quedarse y se unieron a los indios en la construcción de una capilla, que se inauguró en 1630. Desde aquella capilla, la Virgen del Valle siguió acompañando a su pueblo, visitándolos en cada una de sus necesidades, poniéndose al frente para defenderlos de ataques de tribus vecinas.
En 1875 se inauguró la iglesia catedral de la provincia de Catamarca, y allí fue trasladada la imagen para
veneración de todo el pueblo. Y en 1891, fue coronada por orden del papa León XIII en medio de la alegría de todo el pueblo, que sigue rindiéndole homenaje a María bajo la advocación de la Virgen del Valle, la virgen morenita que «se escapa» para estar junto a su pueblo. |