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Poesías
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Alegrías
(Por José Ignacio Fager)

Las alegrías celestiales
comienzan ya en la tierra.
Basta oír la voz
cantarina en los ríos
y el coro del mar,
los arpegios entre los bosques
de los oboes y los violines del viento,
los timbales lejanos
de los truenos en las montañas,
el trinar de las aves
y el croar de las ranas
entre las delicadas
notas de las flores,
en el suave pentagrama
de las hierbas en los prados,
el bailar del sol tañendo
las cuerdas del color del arco iris
y los silencios de la luna
entre el sonoro titilar
de las estrellas.
Dichosos los que saben
escuchar estas melodías
y descubren en ellas las alegrías
de las alabanzas al Creador.

 

Vivir en paz
(Por Hna. Cecilia Prezioso, fsp)

Si queremos ser felices
y vivir por siempre en paz,
no dudemos en dar la mano
a quien busca nuestra amistad.
Disfrutemos los que tenemos
sin ambicionar más y más…
Compartamos con los otros
nuestro pan y la amistad.
Dios nos quiere generosos
sin engaños y sin maldad.
Él nos regala esta vida,
sepámosla disfrutar.
Respetemos siempre a los otros
sin condenarlos, jamás.
Nuestra vida se nos pasa,
tratemos de vivir en paz.

 

Ciudadano del infinito
(Por P. Zezinho, scj. Del libro "Apenas un río que pasa". Ed. Paulinas)

Yo vengo de allí y un día regresaré allí.
Dios es mi tierra.
Estoy aquí de paso.
Mientras tanto, acepto la ciudadanía de este mundo.
Soy, sin embargo, ciudadano del infinito.
Mi caso es de doble ciudadanía.
Por si tuviera que elegir, elijo el cielo.
Es allí donde espero morar para siempre.
¡Mi país es mi tierra, pero mi cielo es Dios!
Dónde me quedo, no tiene importancia.
Me basta saber con quién viviré en la eternidad.
No soy turista en busca de cualquier lugar.
Soy el hijo regresando al Padre.
No importa cuántos años me lleve.
Sólo se que estoy aquí de paso.
Todo lo encuentro muy triste o muy bello.
Me comprometo lo máximo que puedo.
Pero cuando me piden que me quede aquí, no acepto.
Estoy en el mundo sin querer ser del mundo.
Admito que a veces tengo ganas de quedarme por aquí.
Entonces recuerdo que alguien me llama desde el cielo.
Y continúo mi viaje.
Cantando cuanto puedo, gritando cuando es necesario.
Mi nombre es Zé.
Soy como los Zé da Silva o los Zé Oliveira de mi pueblo.
¿Y si allí no supieran quién soy?
Pues no quiero que lo sepan
Pero si me dejan hablar, sabrían quién es Jesús.
Es por eso que no voy a lugares en los que tenga
que hablar de mí.
Iré si me dejan hablar por lo menos diez minutos de Jesús.
¡Si no me dejan, no voy!

Amigo
(Por Elena Oshiro. Del libro "Amistad, alegría de comprartir".
Ed. Paulinas)

Amigo: porque eres lazo que une pero no ata.
Amigo: porque eres estrella que guía pero no encandila.
Amigo: porque eres árbol que acoge pero no encierra.
Amigo: porque eres torrente que sacia pero no ahoga.
Amigo: porque eres brisa que alienta pero no adormece.
Amigo: porque eres piedra que sostiene pero no aplasta.
Amigo: porque eres mirada que examina pero no juzga.
Amigo: porque eres silencio que recibe pero no abruma.
Amigo: porque eres cadena que sujeta pero no esclaviza.
Amigo: porque eres palabra
que previene pero no atormenta.
Amigo: porque eres crisol que templa pero no envilece.
Amigo: porque eres hermano
que corrige pero no avergüenza.
Amigo: porque eres manto que cubre pero no asfixia.
Amigo: porque eres lima que pule pero no hiere.
Amigo: porque eres música
que armoniza pero no uniforma.
Amigo: porque eres mano que acompaña pero no fuerza.
Amigo: porque eres oasis que reconforta pero no detiene.
Amigo: porque eres corazón que ama pero no reclama.
Amigo: porque eres ternura que protege pero no avasalla.
Amigo: porque eres imagen de Dios, precisamente.

 

Constructores de paz
(Por Hna. Emanuela Bugliolo, fsp)

El hombre superior construye la Paz.
Nuestro desafío es
ser constructores de Paz
a pesar de los atentados
en todas partes del mundo,
a pesar de las bombas,
del hambre de aquí
y de cualquier lugar,
a pesar de las injusticias.
Debemos construir la Paz
y no quedarnos atrapados
en la rueda de la historia,
sin poder escapar a la angustia.
¿Habremos perdido para siempre
nuestra capacidad de empezar de nuevo?
¿Habremos dejado de lado la sabiduría
del renacer aún desde el dolor?
¿Habremos olvidado
la capacidad de recuperar fuerza,
tomando distancia de los problemas?
Deberíamos ocuparnos
del empezar, del planificar
y del construir la Paz.
Servirnos de nuestras propias
riquezas, nuestros guardados
recursos, de nuestra sabiduría
y creatividad, de nuestra capacidad
y trabajo, para resurgir
construyendo la paz.
Y renacer desde el Amor y la Paz.
Jesús nos dice:
"La Paz les dejo, la Paz les doy".
Y nos llama a ser
hombres y mujeres
constructores de Paz.
No le escapemos al desafío
de construir la Paz renaciendo
de nuestras cenizas.
Sólo así podremos dejar atrás
todo lo malo que nos tocó vivir
en este tiempo y hacer la Paz.

 
 
 
 
 
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Reflexiones
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reflexion1La felicidad ansiada
Por la Hna. María Rosa Jacobo, fsp, en el libro "Cosas de todos los días", Editorial Paulinas.

Me gustaría acompañarte a buscar la felicidad en el camino de la vida, con la ayuda de estas líneas. Alcanzarla no es nada fácil. La historia de la humanidad es la historia de los hombres en busca de la felicidad, y sabemos que no se la alcanza fácilmente. Cuando uno mira a su alrededor ve que en general el hombre la busca donde no la va a encontrar: en la comodidad, en el dinero, en el status… Entonces cree que puede realizarse llevando una vida fácil, sin esfuerzo.

La vida está hecha de cosas pequeñas, de oportunidades, y somos nosotros, vos, yo, los que vamos tejiendo los acontecimientos. De acuerdo a cómo sepamos vivirlos lograremos o no la felicidad deseada.

Dios grabó en todo hombre el deseo de ser feliz. Estamos hechos para la felicidad; lógicamente, la que podemos pedir en este mundo como seres limitados. Somos peregrinos.

Y eso tan hermoso que es la felicidad no vamos a encontrarlo en lo efímero que, como en los fuegos artificiales, termina en cenizas y muere, sino que estará en la alegría verdadera que nace del espíritu. Es esa alegría consecuencia de una vida transparente, que nace de una vida con Dios. El buscar la felicidad no significa no tener luchas ni dificultades, sino saber enfrentarlas como el Señor, dueño de la vida, nos pide.

Tenemos muchas oportunidades en las cosas de todos los días para luchar, para realizarnos, para progresar, para crecer.

No hace falta esperar el momento de llevar a cabo actos heroicos, porque las grandes cosas se logran con el pulido de todos los días.

La fe nos dice que la vida aquí en la tierra es única, sin repetición. Dios no nos creó para una vida sin sentido. Miremos siempre más arriba. La vida no se acaba con la muerte. Lograr ser felices está en nuestras manos y lo alcanzaremos sólo cuando tengamos una verdadera amistad con el dueño de la vida que nos ha creado y que es también Dueñote la historia. Él es nuestra fuerza.

“Todo lo puedo en aquel que me conforta”, dice el apóstol san Pablo.

 

reflexion2La paz no importa
Por José Luis Kaufman, en el libro "Dios es mi paz", Editorial Paulinas.

Tengo por cierto que, en todos los tiempos, desde la fundación de la Iglesia, hay cristianos coherentes y otros que no lo son. Todos amados por Dios con amor infinito. Todos capacitados para responder con gozo y paz en el Espíritu. Todos con vocación de ser felices. Pero no todos están dispuestos a morir cada día. Porque, después de haber renunciado con valor a tantas cosas malas y nefastas que seducen los apetitos, también es necesario cada día morir muchas veces a cosas buenas y lícitas.

Pareciera que la sociedad, en la medida que se va apartando de Dios, se hunde en un fango que sepulta los ideales más sublimes. La decadencia humana es vertiginosa, y ni los delincuentes respetan ya sus propios códigos. El ser humano se ha denigrado, dando prioridad a sus instintos animales mientras que, en la hoguera de la estupidez, sacrifica su inteligencia y su capacidad volitiva. Los hechos criminales que se publican son indicativos de que la vida propia, como la de los demás, no tiene valor alguno. ¿Será que existen instituciones internacionales que están alcanzando sus objetivos?

En realidad, aunque resulte cruel afirmarlo, a casi nadie le importa la verdadera paz… Si bien se habla de la paz, no se reconoce que ésta sólo es posible en quienes viven la caridad, pues el que delinque contra la caridad jamás podrá tener paz auténtica ni cooperar para que se haga efectiva. Las ideologías políticas de los poderosos de la tierra pregonan la paz mientras negocian las ganancias que provienen de la guerra.

La paz externa o social es consecuencia de la paz interior. Mientras no exista un estado de paz interior en la mayoría de las personas, no será posible la paz política.

Incluso es de lamentar que entre los mismos cristianos no sea común encontrar aquellos que permanezcan en la conquista de la paz interior, porque cada uno es el peor enemigo de si mismo. En efecto, “mi peor enemigo soy yo”, el más difícil de vencer… me conozco y conozco mis manías.

El que no tiene paz de modo estable tampoco puede vivir el Evangelio en todos sus aspectos y con radicalidad. Las enseñanzas de Jesús, el Señor de la paz, no son para unos pocos ni para unos especialistas, y mucho menos para “gente rara”. El Evangelio está dirigido a todos y es para ser vivido en todas las circunstancias, pero sólo se puede responder a él cuando no es cercenado, cuando se vive sin descuentos, cuando el varón y la mujer tienen el coraje de ser coherentes.

En el Evangelio, cada uno se encuentra con Jesús –Palabra viva y vivificante- que nos conduce por senderos simples y sinuosos, directos e indirectos, gozosos y dolorosos, a una paulatina identificación con él.

Los fariseos fueron -¡y siguen siendo!- los adversarios más enconados de Jesús y de su Evangelio. La hipocresía nunca puede aliarse con la sinceridad. Dios resiste a los soberbios y da su gracia a los humildes (Sant. 4, 6; Prov. 3, 34).

 

reflexion3Entusiasmo
Por la Hna. María Sara Kloster, fsp, en el libro "Mensajes de amor y esperanza", Editorial Paulinas.

Ojalá hoy “nos pongamos las pilas”, como se dice, para ser personas bien entusiastas. Hay un autor que dice que “el entusiasmo es el signo más universal y distintivo de los hombres felices”. La persona entusiasta actúa por una fuerza interior muy poderosa y en su rostro refleja felicidad y dicha. El entusiasmo es alentado y mantenido por un ideal noble y vivido como la más apasionante e intensa de las emociones humanas. Vivir un ideal, tener un porqué para vivir, bien definido y claro, nos proporciona unidad en los pensamientos, proyectos, deseos y actitudes, nos libra de las ideas parásitas que obstaculizan la acción y potencia al máximo nuestras aptitudes, nuestra capacidad de concentración y la eficacia en nuestras acciones. Y como les decía, el entusiasmo es alentado y mantenido por un ideal noble, por lo tanto es muy importante que el ideal que nos propongamos como objetivo esté acomodado a nuestras posibilidades, a nuestra capacidad de esfuerzo, a nuestra capacidad de entrega y a nuestra actitud de renuncia. Si no podemos ser sol, seamos al menos una pequeña luz que ilumine y alegre donde nos toque estar. ¡No perdamos el entusiasmo!

Si somos personas entusiastas, seremos generadores constantes de ilusión y de alegría. El entusiasmo es compañero inseparable de la persona de fe, que cree firmemente en su proyecto de vida. El entusiasmo se nutre del amor, y la persona entusiasta tiene siempre pensamientos positivos y de esperanza. El entusiasmo nos hace ser amigos de muchos, nos hace capaces de desarrollar actitudes de servicio a la sociedad, y es la base de todo progreso. El entusiasmo es al espíritu, a la voluntad, a la salud psíquica, lo que la sangre al cuerpo. El entusiasmo proporciona una visión optimista de la vida y llena el corazón de proyectos. No rehuye las dificultades y problemas, sino por el contrario, los afronta con serenidad y confianza, sabiendo que siempre hay una solución, una alternativa válida. El entusiasta no malgasta las energías con lamentaciones, sino que todo lo optimiza y trata de mejorar. Sin entusiasmo, la vida del hombre sería muy gris, rutinaria, fría, apática y sin sentido. Pidamos a Dios que nos haga personas entusiastas y recordemos que entusiasmo equivale a tener a Dios en nuestro interior.

 

reflexion5Amor y verdad
Por Manuel Fernando Pascual, en el libro "Sanar nuestras heridas", Editorial Paulinas.

No siempre fuimos bienamados. Y aquí las palabras importan: podemos haber sido muy amados pero no siempre fuimos bienamados. Con el tiempo empezamos a descubrir que la realidad es más compleja, y no alcanza con amar si ello no va acompañado de la verdad. Muchas madres dicen: “Cuánto sufrí en la vida, cuántas carencias tuve, por eso no quiero que mis hijos sufran”. Y justamente, por evitar todo sufrimiento a un hijo, le hacen daño, porque no lo educan para vivir en un mundo donde necesariamente hay que sufrir. Por supuesto que hay que tener experiencia del amor, pero también hay que tener experiencias de soledad, de sufrimiento, porque forman parte de la vida.

Sólo quien está entrenado en la vida real con sus crudezas y en el amor con sus certezas podrá transitar bien su existencia. Amor y verdad siempre deben estar juntos. ¿Qué entendemos cuando miramos nuestra propia historia? A lo mejor fuimos muy amados, o tal vez no, y entonces no sólo faltó verdad, faltó también intensidad. En otros casos sobró verdad pero faltó intensidad y ternura.  Veces fue correcta la educación que recibimos pero nos faltó esa sensación de ser queridos en serio. No alcanzan ni la sola verdad ni la sola ternura, ambas van juntas, “realizando la verdad en el amor…”, decía san Pablo.

Evidentemente podemos darnos cuenta de que no es fácil encontrar personas que amen así, con verdad y con ternura. Más aún, tenemos que admitir, con humildad, que ninguno de nosotros tiene toda la verdad. No podemos todavía entender plenamente a Jesús, ninguno de nosotros tiene la verdad completa. Ninguno de nosotros es un hombre o una mujer sin heridas, por eso debemos reconocer que no podemos amar tan bien como quisiéramos. Aún aquel que quiera amar muy bien no puede evitar decir con honestidad: yo tengo ignorancias. Entonces, aunque quiera no puedo… Voy a dar un ejemplo: pensemos en nuestros padres o en un educador, el mejor de todos, aquel que prefiramos. Esa persona nos amó con las mejores intenciones, pero sin embargo, carecía de la comprensión del hombre que nosotros tenemos hoy. Nos amaron con buena intención pero con una antropología más limitada, con una visión de la educación hija de su tiempo. Hace años, por ejemplo, se exageraba el aspecto objetivo en la formación y se descuidó la subjetividad. Hoy nos damos cuenta de que, si no estamos vigilantes, nos puede pasar justamente lo contrario. Vivimos muy atentos a la subjetividad y descuidamos la dimensión objetiva de la realidad.

Que difícil es lograr el equilibrio. Por supuesto, esta no es una crítica condenatoria hacia quienes nos educaron y amaron, pero si no tenemos una mirada crítica en el mejor de los sentidos, no será extraño que nuestras heridas no sanen. Porque nunca nos daremos cuenta de dónde está el origen de nuestras heridas.

Nuestros padres y nuestros educadores, tal como nosotros, fueron hombres limitados, y nuestro amor también está lleno de límites. Timidez, conflictos, circunstancias que nos toca vivir. La mayoría de nosotros somos nietos o hijos de inmigrantes. ¿Cuántas heridas tenía un inmigrante? ¿Cuántos seres queridos dejó, qué aventuras tuvo que vivir? Y un hombre que tuvo que dejar mucho y empezar en circunstancias difíciles se tiene que hacer fuerte, se tiene que hacer duro para no quebrarse. ¿Es tan extraño que el amor haya tenido forma de trabajo tenaz pero le haya faltado delicadeza, ternura, detalles?

Muchos de nosotros somos hijos e hijas de hombres y mujeres que vivieron la guerra o distintas formas de violencia, o crecimos en matrimonios heridos, y todo eso deja huellas. Esto es importante saberlo.

¿Qué modelo de hombre tuvieron nuestros padres? ¿Qué cultura vivieron? ¿Qué imagen de Dios me transmitió el primero que me evangelizó? Démonos cuenta de que hay mucho que revisar si queremos entender dónde están nuestras heridas.

Hagamos un alto de silencio en el que nos animemos a preguntarnos: ¿Dónde están mis heridas? Porque de lo contrario, no sabremos acudir al Señor para decirle: “acá están” o a nuestros hermanos. Las heridas que no se exponen al sol no se curan. Decían los antiguos, con mucha sabiduría, que donde entra el sol no hace falta el médico. Entonces dejemos que el sol y que el amor se encuentren con nuestras heridas, con nuestras inmadureces, porque si todavía estamos vivos es porque Dios sabe que podemos sanar y cambiar un poco más.

 
 
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